26.09.2017 | Article de Nacho Sequeira, director de la Fundació Èxit, a El Periódico de Catalunya

Frente a los modelos asimilacionista y multicultural, ante la inmigración hay que optar por la interculturalidad

Más de un mes después de los atentados del 17 de agosto, y tras 26 años trabajando con jóvenes de origen inmigrado, he tratado de extraer algunos aprendizajes que nos ayuden a conseguir que una atrocidad así no vuelva a suceder.

Si bien es necesario arrancar un coche en primera, cuando queremos recorrer un camino largo, si no cambiamos de marcha el automóvil se calará. Tengo la sensación de que cuando hablamos de inmigración seguimos pensando en la primera generación. Poco pensamos en las segundas y terceras generaciones que ya están aquí conviviendo con nosotros. Los hijos y nietos, que no tomaron la decisión de venir.

Inmigrados

¿Cuántas generaciones tendrán que pasar para que podamos ver a estas personas como ciudadanos y no como inmigrantes eternos de vigésima generación? El propio término inmigrante implica un proceso, cuando sería más adecuado hablar de inmigrados, ya que muchos llegaron para quedarse, ya no están en ningún proceso.

Romper prejuicios

Cuando sucedió el atentado estaba de viaje. Me enteré a través de Mohamed El Amrani en Facebook. Tanto él como Miriam Hatibi son jóvenes que han ayudado a que buena parte de la población descubriera a esa segunda generación que mencionaba. Han roto prejuicios y han tendido puentes con enorme valentía. Hay muchos jóvenes como Mohamed y Miriam. Ayudémosles a tener más visibilidad, a ser referentes no solo de los suyos sino de toda una generación.

Estos días las redes se han inundado de mensajes xenófobos sobre lo desagradecidos que eran los inmigrantes. Como sociedad hemos hecho mucho por integrar a los que llegaban, pero ellos también han hecho mucho por los autóctonos realizando muy a menudo aquellos trabajos que no querían los de aquí. La crisis nos ha hecho olvidar una frase de los 90: «Necesitábamos trabajadores… y llegaron personas». Y esas personas, legítimamente y con grandes esfuerzos, han traído a sus familiares.

Viajo frecuentemente en el AVE, y de forma recurrente cuando estoy allí me vienen imágenes que contrastan un vagón del AVE con uno de la línea 1 del metro de Barcelona. El AVE, monocromático; la línea 1, multicolor. ¿Qué riesgos corremos si los jóvenes de segunda o tercera generación, ya nacidos aquí, se encuentran con un techo de cristal que les discrimina frente al mercado laboral?

Burbujas impermeables

Estos días algunos amigos compartían, en redes sociales, contenidos alertando de lo malo que es el islam. Y lo defendían luego con tal vehemencia que era inevitable preguntarles: «¿Cuántos amigos musulmanes tienes?». La mayoría contestaba que ninguno. ¿Qué está pasando para que en la sociedad más hiperconectada de la historia vivamos en nuestras ciudades en burbujas impermeables?

Están triunfando dos modelos de entender la inmigración: el asimilacionista, que defiende que el que llega ha de renunciar a su identidad y pasar a ser como los autóctonos; y el multicultural, que ve la cultura como algo inamovible, compacto, innato al individuo, un bien en sí mismo al que no hay que renunciar pero que, como no evoluciona, no vale la pena intentar mezclar. Así viven comunidades cada una en su zona, evitando compartir espacios comunes porque ello será sinónimo de tensión.

Y así estamos perdiendo la oportunidad de explorar un tercer modelo, que sería el intercultural, en el que lo básico es el sujeto, no el sujeto cultural. Un enfoque que entiende la cultura como algo que evoluciona y que mejora con la interacción de ciudadanos diversos. Un modelo en el que se debate y se consensúa un núcleo duro que asegure la convivencia y en el que a partir de ahí haya aspectos accesorios que cada uno puede vivir a su aire.

Bailes y fiestas

A menudo se confunde el modelo intercultural que defiendo con el montar una fiesta de la diversidad con comida, bebida y música étnicas. La comida y los bailes regionales pueden ser una buena manera de conocernos, pero tarde o temprano urge llegar al sujeto, al tú a tú, a hacer preguntas más que a dar por hecho que por venir de tal país ya vienes con un ‘pack’ cargado de creencias o habilidades.

Cuando hablo de debatir un núcleo duro que asegure la convivencia hablo de perseguir actitudes y personas extremistas que no respeten esa convivencia, de debatir sobre la igualdad de género y la orientación sexual, pero también del cuidado de nuestros mayores y pequeños.

En resumen, sigo pensando que un mundo mejor es posible y que está en nuestras manos hacerlo realidad.

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